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04/10/2019 12:05:52 REDACCIÓN IMAGEN CORPORATIVA 5 minutos

¿Cómo afecta el cumplimiento normativo a la reputación corporativa?

La protección de tu reputación corporativa ya no es una opción, es una necesidad. Poseer y utilizar una identidad corporativa impoluta requiere esfuerzos extra a los que, hasta ahora, no éramos sensibles, ni mucho menos permeables

Antes de empezar, una reflexión: Estamos en el siglo XXI y la reputación corporativa de un despacho de abogados, ese factor que lo diferencia de los demás, ya no depende solo del foco tradicional, la reputación corporativa digital es ahora un factor indispensable, ha llegado, se ha quedado y va a dirigir la orquesta.

No es una hipótesis, no es ni siquiera una previsión de futuro. Se trata de un hecho.

Exponer esta realidad desde el comienzo tiene un objetivo: desplegar los recursos de los que dispones para salvaguardar tu reputación corporativa sin despegar los pies del suelo. Lo que viene siendo un baño de realidad. De ti depende que el agua este templada o congelada.

La reputación corporativa de una empresa está subordinada a varios factores y el cumplimiento de la normativa vigente, aunque te pueda resultar un asunto menor, es determinante.

La Ley de Protección de Datos no es un asunto menor como tampoco lo es la política de cookies y si aún te quedan dudas, nada mejor que tirar de hemeroteca y echar un vistazo a esos casos de gigantes empresariales que se han visto envueltos en escándalos en los que su reputación ha caído en picado por no cumplir la normativa vigente, por ejemplo, en protección de datos.

Algunos de ellos, se han levantado, se han sacudido el polvo que ha quedado cuando los lodos se han secado y siguen adelante, tocados pero no hundidos y desarrollando carísimas estrategias de lavado de imagen. Se lo pueden permitir.

Para otros, las cosas pintan distintas.

La misma mano de cartas, diferentes jugadores.

Porque una mala gestión del cumplimiento normativo puede acabar en minutos con una reputación corporativa que ha tardado años en gestarse, pulirse y consolidarse. Una mala jugada y todo se desvanece.

Internet es, por así decirlo, la mesa de juego en la que más riesgos se corren.

Y no estrictamente por la posibilidad de enfrentarse, o no, según termine el proceso, a las consecuencias legales de ese incumplimiento normativo, eso sería el postre.

El primer plato, el principal, el que puede hacer que todo lo que has ido construyendo para esa carta de presentación que es tu web, se esfume y con ello tu futuro, es el momento en el que al teclear tu nombre en el buscador un potencial cliente, un banco al que has solicitado una línea de crédito o una empresa que busca colaboración para un proyecto, se encuentren con que tú nombre está ligado a un presunto incumplimiento de la normativa vigente.

Disculpa este golpe de realismo pero, en la mayoría de los casos, quien haya tecleado seguirá haciéndolo y, con unos cuantos clics más encontrará otra empresa, otro despacho, otro profesional, cuya imagen impoluta sea justo lo que estaba buscando.

Y tú, ni te habrás enterado. Al principio, claro.

Es probable que pienses que parece casi un chiste, que no puede ser tan sencillo. Y puedes reírte o no, eso depende de tu sentido del humor, pero, créeme, es así de sencillo y no es un chiste.

Un traspiés normativo, una mala gestión de datos o un inadecuado uso de las cookies, intencionados o no, que no se te olvide que Lola Flores solo hay una, y el tocado se convertirá en hundido.

La protección de tu reputación corporativa ya no es una opción, es una necesidad y precisa una intervención previa que pueda evitar no ya un proceso judicial, sino una sucesión de situaciones que erosionen, hasta convertir en polvo, tu preciada reputación corporativa. Y aquí ya no habría distinciones a la hora de poner el foco, perder la reputación corporativa es perderla de forma absoluta, reputación corporativa digital incluida.

Poseer y utilizar una identidad corporativa impoluta requiere esfuerzos extra a los que, hasta ahora, no éramos sensibles, ni mucho menos permeables.

La facilidad con la que un despacho de abogados puede exponerse en los diferentes soportes digitales facilitando el acceso a sus servicios a cifras astronómicas de clientes potenciales es, sin duda, un regalo tecnológico sin precedentes… que trae instrucciones de lectura y aplicación obligatorias. Si no te las lees, atente a las consecuencias.

Una reputación digital impoluta se construye con varios recursos y herramientas que de nada sirven si la prevención no encabeza la lista.

La Digitalización de tu despacho de abogados a través de recursos como el uso de bases de datos; la suscripción a publicaciones online; el uso del software adecuado para la digitalización de todos los procesos; el uso de Internet para captar y fidelizar clientes, el uso de cookies como parte del ese proceso; el uso de redes y mensajería instantánea online -ahí será mejor que te plantees hablar seriamente con tu equipo de trabajo-, todos estos recursos han contribuido a la creación de una dinámica, moderna y atractiva identidad digital que, si no está debidamente protegida, será más frágil que la copa de cristal de bohemia que queda de la cristalería de tu bisabuela.

Las oportunidades de comunicación, conexión y fidelización son tan seductoras que pueden deslumbrar. No va a ser tu caso.

Tú te vas a ocupar del cumplimiento de los puntos legales: aviso de política de cookies, aviso legal, política de privacidad o casillas de verificación de formularios. Requisitos que toda web que aspire a una larga vida en Internet gozando de buena reputación ha de cumplir.

Tú comienzas la casa por los cimientos, cumpliendo con la normativa vigente que te permita poner en juego los recursos de forma segura y productiva.

Tu reputación corporativa se construye sobre la legalidad. Juego limpio.

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