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06/05/2024 12:15:23 RUBÉN M. MATEO PERSONAS MAYORES 16 minutos

El voluntariado de mayores, protagonista del último encuentro Jubilare

Combatir la soledad no deseada, impulsar a emprendedores sin recursos, mantener vivo el barrio y enseñar habilidades informáticas a presos. Los voluntarios comparten sus experiencias.

El voluntariado de mayores, protagonista del último encuentro Jubilare

Supervivencia entre pucheros. Esta fue una de las iniciativas que más impresionaron a Loles Díaz Aledo en un recorrido por España que hizo años atrás para conocer y presentar diversas experiencias de voluntariado de la mano de sus protagonistas. El proyecto surgió en Teruel gracias a una persona que había ejercido como cocinero. "Se encontró con que había bastantes hombres mayores o de mediana edad que, o porque estaban solteros, o porque se habían quedado viudos, o porque tenían una mujer en casa pero estaba enferma y la tenían que cuidar, no sabían freír ni un huevo", recuerda la presidenta de la Asociación Mayores Siglo XXI. Estos hombres comían mal, con las consecuencias que esto podría tener para su salud. Fue entonces cuando este cocinero decidió ir al centro social de mayores de Teruel y les dijo a los trabajadores: quiero enseñarles a cocinar lo indispensable para que estas personas vivan mejor.

"Seguramente evitó el internamiento en alguna residencia de algunas de estas personas que querían y podían estar en su casa, pues iban a poder comer tres veces caliente al día sin preocuparse de si se les quemaba la comida o de si no sabían cómo demonios se guisaba. Veía que algunas de estas personas recurrían a servicios que no estaban pensados para ellos como ir a un comedor social o pedir comida a domicilio", explica Díaz Aledo, para afirmar que los hombres que participaron aumentaron su grado de autonomía y su autoestima.

Esta es una de las experiencias de voluntariado que narró Díaz Aledo durante el último encuentro de Jubilare (cuya grabación está disponible en este enlace), la comisión del Colegio de Registradores de España que tiene como objetivo combatir el edadismo desde la crítica constructiva. El evento, celebrado en la sede del Colegio de Registradores en Madrid el pasado 25 de abril, fue moderado por la propia Loles Díaz Aledo y contó con cuatro ponentes que relataron sus experiencias de voluntariado. En primer lugar, intervino Adolfo Torres, tesorero de SECOT (Seniors Españoles para la Cooperación Técnica). Le siguió Gabino Casas, de la Asociación Vecinal Valle Inclán del barrio madrileño de Prosperidad. Ana Frías contó su experiencia como voluntaria en Grandes Amigos y María del Carmen Díaz hizo lo propio para hablar del ciberaula penitenciaria.

El acto, que pudo seguirse también de forma online, fue introducido por Alberto Muñoz, de la Comisión Jubilare, quien destacó que el voluntariado de personas mayores tiene efectos muy beneficiosos. En primer lugar, para las propias personas mayores, porque les hace estar activas. Pero también a la inversa, ya que redunda en beneficio de todos. "Nos hace ser mejores como sociedad y propicia el encuentro intergeneracional", subrayó. Por su parte, la moderadora, antes de dar paso a los cuatro protagonistas, quiso destacar que "el voluntariado se apoya en valores como la generosidad, la solidaridad, el altruismo, la justicia, la empatía, y también los derechos humanos".

Una salida para emprendedores sin recursos

Adolfo Torres abrió el turno de ponencias. Desarrolló su vida laboral en una multinacional petrolera. El "ahí está la puerta" sonó cuando sólo tenía 53 años. Lo que para muchos podría significar una vida de viajes y ocio, a él le pareció "asomarse a una especie de precipicio". La primera semana completó algunas tareas pendientes. Luego se apuntó a un curso de pintura para satisfacer una de las inquietudes que tenía. El gimnasio que montó en su casa completaba su rutina por la mañana, pero tenía todo el día por delante. Llegó un momento en el que se preguntó ¿en qué puedo ayudar? Casi por casualidad, recuerda, quedó para cenar con un amigo que estaba en una situación similar a la suya. ¿Por qué no te vienes a SECOT y te presento lo que hacemos? Le preguntó.

En este proyecto encontró los principios de voluntariado que deseaba para "devolver a la sociedad lo que esta me había dado a mí". Desde entonces ha pasado 15 años dentro de SECOT, asociación sin ánimo de lucro formada por jubilados o prejubilados que reúne a 1.000 personas en toda España.

"Lo que hacemos es cubrir una necesidad que no lo está por la sociedad ni por ninguna otra entidad. Hay un colectivo de gente emprendedora que quiere montar un negocio, pero no tiene recursos. Acompañamos y ayudamos a gente con inquietudes emprendedoras a materializar su propuesta de valor", resumió durante su ponencia. Para ello cuentan con una escuela de formación de todas las áreas que se necesitan en un negocio, así como la valiosa experiencia de los voluntarios que forman la asociación.

En los últimos tiempos han dado más pasos. "También damos clases de emprendimiento a gente de formación profesional. Casi todo el mundo que estudia formación profesional acaba siendo autónomo y necesita unos conocimientos básicos mínimos para que ese emprendimiento que hace al final tenga sentido", subrayó. Para asegurar que también llevan impartiendo nueve años cursos de mayores a mayores para enseñarles el manejo de distintas herramientas digitales y combatir la brecha digital.

Asimismo, Torres puso en valor otro de los proyectos que surgió con la pandemia, cuando otra fundación les pidió que hicieran un análisis del proceso emocional que atraviesa quien está cerca de la jubilación. "Pierdes sociabilidad. No tienes agenda. Tienes mucho tiempo disponible. Tienes una serie de cosas diferentes a las que tenías cuando estabas en activo… Entonces decidimos analizarlas y preparar una serie de talleres donde compartimos el análisis de esas problemáticas», destacó el ponente, para recomendar una jubilación activa poniendo en práctica «las cosas que verdaderamente apetece hacer".

Impedir que el barrio muera

Gabino Casas se percató de que había gente más joven que él con mayor necesidad de ocupar su puesto de trabajo. "Yo era capaz de aguantar dos años sobreviviendo con el paro e iniciar una vida diferente", reconoció Casas en la introducción de su ponencia. Fue con 63 años cuando sintió esa llamada. "Me quiero cambiar por cualquier persona que necesite más este trabajo", propuso al departamento de recursos humanos. Su petición fue aceptada y comenzó una nueva etapa llena de "auténtica vocación". "Entré en la informática porque yo la veía como una oportunidad para ayudar a las personas. Lo primero que hice fue recurrir a lo que tenía más cerca, que es el barrio. Y lo que tengo más cerca, por ideología, también son las asociaciones vecinales. Yo siempre he pensado que cubrían el hueco de lo que no hacían los demás", explicó.

La Asociación de Vecinos Valle Inclán del barrio de Prosperidad fue su lugar elegido. Una asociación que en 2027 celebrará su medio siglo de vida. "Llevo viviendo en el barrio de Prosperidad 39 años. Son muchos. He visto cómo los barrios de Madrid se estaban deteriorando y como los vecinos de los barrios clásicos estamos envejeciendo. Creí que había una oportunidad para ayudar a que las personas envejezcan de una forma mejor, de que los barrios sigan siendo barrios y de que se haga barrio", sostuvo Casas.

Hacer barrio fue una de las expresiones más repetidas de su ponencia. Para él, ello significa trabajar por seguir siendo seres sociales, por un punto de encuentro donde se conserven las actividades que realmente necesitan las personas a partir de una determinada edad y donde se continúen compartiendo inquietudes. Casas destacó que la clave del voluntariado es "buscar los huecos" en necesidades que no pueden atenderse porque bien no se pueden pagar o porque los servicios públicos gratuitos no llegan. "Ahí estamos las asociaciones. Para poder poner encima de la mesa nuestro compromiso y sacar adelante sus problemas", destacó.

De este modo, sostuvo que el trabajo de la asociación va desde ayudar a un tendero al que han intentado atracar a colocar las cajas, hasta montar un taller para obtener un certificado digital, o reclamar a diario un servicio de autobús lanzadera para las personas que ahora se tienen que desplazar 3 kilómetros para ir al nuevo ambulatorio porque el de toda la vida ha cerrado por una inundación.

En la Asociación de Vecinos Valle Inclán se mezclan voluntarios jóvenes con voluntarios jubilados. En ella cuentan con actividades de teatro, cursos de ajedrez para los más pequeños, coro, presentaciones de libros, tertulia vecinal mensual para combatir la soledad no deseada de los mayores y tantas otras actividades que favorecen el encuentro y la participación. "Estamos haciendo talleres de interés para el barrio. Por ejemplo, sobre el cambio energético y cómo nos afecta las nuevas energías. Para saber cómo poder adaptar nuestras viviendas a las nuevas energías. También hay talleres de información mediática o formación en redes sociales, para que la gente pierda ese miedo a trabajar con los móviles y aprenda a diferenciar lo que es un bulo de una noticia real", expuso.

Asimismo, Casas también mencionó los talleres para ayudar a las personas del barrio que se encuentran más solas. "Hemos hecho jornadas con psicólogos, médicos, enfermeros, fisioterapeutas, y con jóvenes, precisamente para hacer ver que el problema de la soledad no es un problema exclusivo de mayores, también lo es de jóvenes. Es un problema intergeneracional y hay que abordarlo», subrayó el ponente, quien enfatizó en que la soledad no deseada «se combate haciendo barrio".

Acompañar, un voluntariado "humano y necesario"

Ana Frías estuvo desde los 22 hasta los 65 años trabajando como profesora de lengua española y de francés. "Yo estaba encantada con mi profesión. Todo funcionaba maravillosamente. El director me dijo que no me fuese, pero pensé que yo no podía seguir trabajando porque había muchos jóvenes en paro", reconoció Frías. En el colegio en el que trabajaba había una ludoteca para niños migrantes de madres trabajadoras. Frías se mantuvo en ese puesto de voluntario durante un año, hasta que perdió a su madre y sintió la necesidad de cambiar.

"La muerte de mi madre me influyó mucho. Pensé que había muchas personas mayores que estaban verdaderamente solas, que no tenían quien las acompañase y no tenían con quien hablar", relató Frías. Fue entonces cuando casualmente en una revista leyó sobre Grandes Amigos, que entonces se llamaba Amigos de los Mayores. Un lugar donde realmente ella podía aportar. El objetivo fundamental de Grandes Amigos es intentar paliar la soledad de las personas mayores. "Hay personas mayores que las llamas por teléfono, vas a visitarlas y te dicen: hoy no he hablado absolutamente con nadie. A veces ni siquiera la familia está ahí para hacer esos acompañamientos. Me pareció que era un voluntariado muy humano y necesario", expuso.

En su labor de voluntaria realiza distintos acompañamientos. Uno afectivo con duración de dos horas a la semana para estar con ellas, el acompañamiento telefónico, o el de actividades en las residencias de ancianos. "Cuando llegas se les pone una cara de alegría y se ponen tan contentas… Se sienten muy felices acompañadas", reconoció, para exponer que muchas de estas personas han llegado a una etapa vital en que sus amigos y familiares van desapareciendo por motivos de edad. Uno de los reveses que tienen que afrontar las voluntarias como Ana Frías es la propia muerte de la persona a la que acompañan, ya que se trata de un momento duro y triste al haber establecido una relación cercana y de amistad.

La persona mayor a la que ahora acompaña de forma afectiva tiene 97 años y la conoció hablando por teléfono durante la pandemia. La visita los lunes 2 o 3 horas y destaca que ella "transmite experiencia y calma". "No hay intereses entre nosotras. No hay un tú me das o yo te doy. No somos familia, entonces ellas se vuelcan mucho. Te cuentan muchas cosas porque saben que eres tú y que no se lo vas a contar a nadie. A veces te cuentan sus tristezas, sus penalidades, sus malas relaciones… Es algo muy íntimo y personal", afirmó Ana Frías. La ponente destacó que el funcionar por barrio es "mucho mejor" porque favorece la cercanía. Así, puso el ejemplo de los encuentros que se producen por la calle entre las propias voluntarias o las personas a las que acompañan.

Las actividades que realizan sirven para que las personas mayores se conozcan entre sí y se cree una red social entre ellas. "Esta semana hemos hecho un taller de pizza. A veces, se conocen entre ellas y de alguna forma terminan siendo amigas. Entonces ya pueden quedar en el mismo barrio, charlar, visitarse y ayudarse", dijo Frías. Además de estas actividades, las y los voluntarios —también cuentan con jóvenes— hacen tareas, como acompañar al hospital o a una cita médica. En cuanto a la preferencia de las personas mayores por los voluntarios, la ponente destacó que hay de todo. "La relación intergeneracional es importante. Hay mayores que están encantadas de tener jóvenes como voluntarios por conocen a la juventud actual, cómo funcionan, cómo hablan…Sin embargo, hay otros mayores que prefieren una persona como yo, mayor, porque se encuentran más cómodos".

"Mirar a los ojos, sonreír y acoger"

La cuarta ponencia corrió a cargo de María del Carmen Díaz, quien ha ocupado el puesto de educadora desde los 22 hasta los 68 años. Destacó que los niños han sido quienes le han enseñado la vida tal y como es y que ha aprendido mucho de ellos. "Han sido ellos quienes me han educado con su espontaneidad, con sus valores, su sencillez y su naturalidad", destacó. A la pregunta de por qué empezó en el voluntariado, recordó la influencia que tuvo en esta decisión la figura de su abuela, la cual falleció cuando ella solo contaba con cuatro años. "Aunque podría escribir su biografía", reconoce, para añadir que "era una persona muy buena y servicial. Atendía a los más necesitados del pueblo".

En el colegio en el que trabajaba antes de jubilarse tenía una compañera de profesión que hacía voluntariado en el Centro de Escucha los Camilos, que tiene como finalidad ayudar desinteresadamente a todas aquellas personas que sufren por enfermedad, soledad, desesperanza, falta de comunicación, falta de salud, muerte de un ser querido o cualquier otra forma de crisis vital, ofreciéndoles acogida, comprensión y orientación para su afrontamiento.

Además de ejercer su voluntariado en este centro de escucha, Díaz se encuentra inmersa en otro, la ciberaula penitenciaria, un servicio ofrecido por la Fundación La Caixa en el centro de Arapiles que permite a los presos con permisos especiales aprender habilidades informáticas gracias a la ayuda de seis personas jubiladas. Algunos ven en ello no solo una oportunidad para saber cómo funciona un ordenador, sino en una posibilidad para hacer su currículum y buscar trabajo.

"Para mí no es lo que se les enseña, sino la humanidad que ahí encuentran. Es la relación, el contacto, cómo se les atiende. Se sienten personas y para mí eso es lo que más me llena. Para mí el voluntariado es estar con personas. Entiendo que estamos hechos para el encuentro, para comunicarnos, relacionarnos y compartir. Es un regalo permanente estar con quien sea, y en este caso más por la necesidad interior y humana que tienen los presos por lo vivido", aseguró la ponente, para añadir que desde el proyecto no miran el daño que los presos están pagando, sino que se centran en la dignidad de esa persona y su riqueza interior. "A lo mejor muy oculta e ignorada. Lo que intentamos hacer es mirarles a los ojos, sonreír, acoger…", concluyó, para admitir que muchos de ellos salen del taller con nuevos amigos.

El voluntario "no debe suplir al profesional"

La moderadora aprovechó para hacer algunas preguntas a los ponentes. Por ejemplo, lanzó la cuestión del "salario" que reciben. Un salario que no es económico, como destacó Adolfo Torres, que admitió que renunciaría a SECOT si tuviera un sueldo, sino un sueldo "emocional" por la cantidad de agradecimiento que recibe de quienes acuden. Casas subrayó las decenas de WhatsApp que recibe en su móvil. Unos mensajes en los que se percibe las relaciones humanas que se tejen gracias al voluntariado de la asociación vecinal y la cantidad de propuestas de actividades que nacen. "Te llevas la satisfacción de ver que el barrio sigue vivo y que estás haciendo algo para que el barrio siga vivo. Y no solamente eso, sino que estás colaborando con otras asociaciones para hacer que otros barrios de Madrid sigan vivos", admitió.

Por su parte, Ana Frías destacó la fortaleza que le ofrecen las personas mayores: "Ves que ellas consiguen salir adelante con circunstancias muy difíciles y a veces las ves muy felices. Te enseñan muchísimo de sus experiencias. Sobre todo, aprendo experiencia vital, a estar en la vida. Te quieren muchísimo, te dan mucho cariño y están muy agradecidas. Dicen que sin la asociación Grandes Amigos estarían fatal y se encontrarían muy solas".

La moderadora Loles Díaz Aledo, presidenta de la Asociación de Mayores S.XXI, recordó los datos de la Plataforma del Voluntariado de España, que cifra en su último estudio en unos cuatro millones y medio los españoles —alrededor del 11% de la población mayor de catorce años— que realizan alguna tarea solidaria. De estos, el 6,6% son personas mayores. Antes de concluir la jornada, Alberto Muñoz, de la Comisión Jubilare, preguntó sobre la perspectiva de futuro del voluntariado de personas mayores y si son optimistas de cara a la suma de más personas.

"Va a seguir en aumento un par de décadas simplemente por demografía", dijo Gabino Casas, para enfatizar en que el voluntariado "nunca debe suplir a la profesionalización que se requiere". "No olvidemos que la labor del voluntariado no es una labor estrictamente profesional. Hay determinadas cosas que no se cubren con voluntarios. Se tienen que cubrir con profesionales. Y eso es una de las lacras que en este momento tenemos. No hay formación suficiente de profesionales para cubrir las necesidades de una población que va envejeciendo cada vez más y que va a ser el 30% dentro de muy pocos años. Necesitamos profesionales. Por muy buena voluntad que tengamos, los voluntarios no vamos a cubrir los conocimientos de un profesional", concluyó.

Para finalizar el evento, después de las preguntas respondidas al público, Loles Díaz Aledo leyó un fragmento de la obra Despertar Vocaciones de Gloria Fuertes.

«Yo quiero despertar vocaciones para que la gente se haga voluntaria. Ser voluntario es ser profundamente humano. Ser voluntario es acudir a la calle, a la casa, a la cárcel, al barrio del pueblo donde hay un ser que sufre. Ser voluntario es entrar en el corazón de los que lo pasan mal. Cuando el voluntario visita a alguno que está solo, le cura la soledad (…) Os pido que contagiéis este “virus” de bondad que tenéis a vuestros amigos y amigas, para que ellos también sean nuevos voluntarios. Más que un gran premio de la lotería, más que un premio Nobel de lo que sea, es lo que recibe el voluntario cada noche cuando se va a dormir; es lo que recibe el voluntario que durante unas horas al día ha alegrado a una persona triste, ha hecho sonreír a un enfermo, ha paseado en su silla de ruedas a una persona que no puede valerse. El premio del voluntariado es que pasa a ser un artista. El voluntario no ha pintado un cuadro, no ha hecho una escultura, no ha creado una música, no ha escrito un poema, pero ha hecho una obra de arte con sus horas libres. Todavía hay milagros, milagros demostrables, que los hacen, que los hacéis Y los harán los nuevos voluntarios».

Puedes acceder a la grabación de la jornada a través de este enlace.

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