La pandemia de COVID-19 no solo dejó cicatrices en el sistema económico mundial, sino que también tuvo un profundo impacto en nuestras relaciones familiares y valores fundamentales. El confinamiento, la pérdida de seres queridos y la incertidumbre económica han llevado a muchas personas a replantear su vida y, en consecuencia, sus decisiones sobre el destino de su patrimonio tras su fallecimiento.
Es en este contexto que la desheredación ha emergido como una herramienta legal y emocionalmente cargada. Como un arma de doble filo. La falta de atención adecuada a las personas mayores durante la pandemia puede haber llevado a una reevaluación de los valores familiares y las relaciones, llevando a algunos testadores a la conclusión de que ciertos herederos no merecen ser beneficiarios de su patrimonio debido a su comportamiento durante la crisis.
Los titulares nos alertan sobre un aumento alarmante en las solicitudes para desheredar a los hijos y otros herederos forzosos. Esta tendencia nos lleva a reflexionar sobre por qué se ha vuelto tan común y cuáles son las implicaciones de esta práctica creciente.
Así, la desheredación, una práctica que previamente se consideraba excepcional, por quebrantar valores y legados familiares, ha cobrado impulso después de la crisis sanitaria, pese que esta última solo haya sido un detonante, porque las situaciones familiares que llevan a la desheredación no son ninguna novedad.
La idea de excluir a un hijo o heredero forzoso de una herencia puede parecer chocante, pero para algunos, se ha convertido en una respuesta legítima al trato recibido por un hijo. Además es crucial destacar la evolución en la regulación legislativa y jurisprudencial de esta figura, y la flexibilización de las restricciones tradicionales en torno a la figura “tabú” de la desheredación, especialmente en legislaciones forales, más contemporáneas, como es el caso de la legislación foral catalana.
Un ejemplo claro de esta adaptación legal es el Artículo 451-17 del Codi Civil de Catalunya, será causa de desheredación "La ausencia manifiesta y continuada de relación familiar entre el causante y el legitimario, si es por una causa exclusivamente imputable al legitimario". Esta inclusión en la legislación catalana refleja una tendencia hacia la liberalización de las alternativas para el testador en la distribución y destino de su patrimonio. Esta evolución legislativa no solo sugiere la posibilidad de desheredar con mayor facilidad en Cataluña en comparación con el derecho común, también señala la adaptación constante del marco normativo a las cambiantes realidades sociales. La legislación busca mantenerse al día, ir a galope con la sociedad.
Sin embargo, a pesar de estos avances legales, la desheredación continúa presentando desafíos tanto legales como emocionales. Desde una perspectiva legal, es crucial que los testadores sigan los procedimientos adecuados y fundamenten sus decisiones de desheredación de manera clara y documentada, con ayuda de una asistencia jurídica adecuada. Esto es esencial para evitar futuros litigios y desacuerdos familiares que puedan surgir debido a la falta de claridad en las intenciones del testador.
Y ante todo, no debemos subestimar las implicaciones emocionales de la desheredación. Esta decisión puede causar resentimiento y divisiones duraderas en la familia. Es esencial que, antes de tomar la decisión de desheredar, los testadores reflexionen sobre la posibilidad de explorar vías como la mediación, con el propósito de preservar las relaciones familiares y mantener una armonía.
En el ámbito jurídico, cada profesional puede tener una perspectiva diferente sobre esta figura. Algunos podrían considerarla un extremo injustificado, mientras que otros podrían reconocerla como una herramienta necesaria para proteger los intereses del cliente. Personalmente, creo que nuestra responsabilidad como asesores jurídicos va más allá de aplicar reglas rígidas; debemos adaptarnos a los tiempos cambiantes, y apreciar cada caso como único. La legítima es un mandato legal que no siempre se ajusta a las complejas dinámicas familiares y a las circunstancias individuales; no entiende de personas, ni de emociones humanas.
Los abogados deberemos mantener la mente abierta y considerar que no siempre ayudar al cliente implica mantener un vínculo familiar. A veces, ayudarle, implica romperlo. En cualquier caso, debido a la delicadeza de estas situaciones, es fundamental que el profesional jurídico aborde el tema con sensibilidad y responsabilidad. El objetivo debe ser encontrar soluciones que reflejen los deseos y valores del testador, pero también preservar las relaciones familiares cuando sea posible. He aquí la difícil misión de encontrar el equilibrio.
En este nuevo panorama post-pandemia, la desheredación continuará siendo un tema importante en el ámbito jurídico. La riqueza de nuestro sistema normativo se refleja en las sustanciales diferencias entre los ordenamientos en un mismo territorio nacional. Estas diferencias y cambios son un recordatorio de que la ley evoluciona con la sociedad e intenta adaptarse para ofrecer la mejor asesoría a nuestros clientes, siempre con la consciencia de las implicaciones legales y emocionales de nuestras decisiones.
Miriam Acerete Hernández, abogada colegiada del ICAB, nº 45735
