Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde,
como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Jaime Gil de Biedma publicó en 1968, su libro de “Poemas Póstumos”, en el que aparece el poema que encabeza este artículo. Se titula “No volveré a ser joven”. Poco podía imaginar este integrante de la “Generación del 50”, aunque a él no le gustase etiquetarse, que estamos en la tesitura de volver a ser jóvenes. O ser jóvenes varias veces. O no dejar de serlo.
El envejecimiento de la población crece exponencialmente. Desde 2015 a 2050, la población con más de 60 años pasará de 900 a 2.000 millones, según datos de la OMS. En ese final de la mitad del siglo XXI, la población española mayor de 65 años será superior al 30% y tendremos 4 millones de octogenarios.
Es cierto que siempre que se habla de esta cuestión, recurrimos sistemáticamente a la derivada del cobro de las pensiones y su sistema difícil de sostener. Cualquier análisis primario del asunto nos lleva de manera indefectible a esta conclusión. Cierto. Excepto…, excepto si cambiamos el paradigma.
Y este es el reto cuando hablamos de envejecimiento, el cambio de paradigma. La esperanza de vida en España de 83,24 años obedece a multitud de factores en los que, sin duda, nuestro sistema público sanitario ocupa un eje central. Dentro de este apartado, obviamente, todas las políticas de prevención y diagnósticos de detección precoz han sido, nunca mejor dicho, de vital importancia. Pero si determinamos que efectivamente vamos a vivir muchos más años, debemos ser conscientes que eso exige planificar esa vida futura de manera diferente a la que vivieron nuestros padres. Es evidente que habrá que poner el foco en el tratamiento de enfermedades crónicas, en dolencias relacionadas con la edad, terapias de conservación de facultades, mejoras de las capacidades funcionales, etc. Pero, es obvio que no sólo el ámbito físico y de la salud debe ocuparnos, puesto que el incremento de la longevidad y las mejores condiciones con las que afrontaremos esas edades, harán necesario la articulación de unas franjas de actividad y estímulos distintas a las que tuvieron generaciones anteriores. No es sólo qué por un mero ajuste económico de sostenibilidad, debamos llevar la jubilación a más edad, sino que nos encontraremos con personas plenamente activas en el ámbito empresarial, social y académico. Habrá un mercado con una tendencia de crecimiento imparable destinado a adaptar a personas mayores todos los aspectos de la vida: viajes, ocio, deporte, cultura, ayuda social, pero no como hasta ahora se ha venido interpretando casi de un modo paternal sino como un colectivo más a satisfacer.
Ello nos lleva a repensar en nuestro sector como enfocar esta circunstancia: abogados que hace unos años dejaban la profesión para poder disfrutar de un retiro merecido en el final de su vida. En los próximos tiempos nos encontraremos con profesionales que estarán en plenitud de facultades con 70 años, disfrutando de toda su capacidad intelectual y física, comparada con los de hace un par de décadas. Cuando un abogado se retira de la actividad, perdemos un vasto conocimiento técnico, una amplia experiencia en el trato con los clientes, una fuerte relación personal con el que ha sido su equipo y una cartera de clientes que hay que gestionar, con la particularidad de que los clientes también tendrán profesionales en sus empresas que alcancen altas edades, como consecuencia del mismo proceso.
Está en nuestra mano, pensar cómo vamos a gestionar todo ese talento senior. En qué y cómo lo vamos a ocupar. Debemos poner en valor todo el bagaje y expertise acumulado.
Son muchos las posibilidades que ofrecen estos abogados en lo que llamaríamos “dimensiones senior”, una suerte de carrera nueva y paralela para aquellos abogados que llegado el momento en que abandonen la primera línea no implique cesar de toda actividad. Esta dimensión senior, no es una alargue de la carrera profesional, sino un nuevo estadio donde aportar valor para su firma.
Debemos distinguir esta nueva realidad de la habitual figura de Of Counsel, que generalmente encarnaban catedráticos, altos funcionarios, abogados retirados de la actividad, cuya aportación consiste en una especie de consejo académico o asesoramiento puntual, de las nuevas oportunidades que se presentan y las muchas acciones que pueden desarrollar:
- Participar en la estrategia y diseño de los casos y de las operaciones. Es indudable, que estos abogados, pueden aportar un conocimiento excepcional de cómo abordar la estrategia del asunto, de la operación, de la negociación.
- Estudio de novedades legislativas. En muchísimas ocasiones los cambios legislativos son encargados a alguno de nuestros abogados para luego formar al resto. Eso implica, que esos abogados a pleno rendimiento tienen que dejar de trabajar para clientes con la pérdida de trabajo facturable y con un coste muy alto. Esta labor sería ideal para estos abogados veteranos fuera de la carrera profesional, que sin presión de facturación y con un coste más reducido, puede realizar esa labor de investigación y formación posterior de los abogados del grupo.
- La tutorización de abogados jóvenes. Todos sabemos que cuándo existe una gran cantidad de trabajo, tendemos a centrarnos en poder responder a lo encargado por nuestros clientes y abandonamos otras cuestiones como la formación de abogados, etc. Sin embargo, con estas figuras se pueden crear tutorías y formación intensivas para nuestros jóvenes abogados.
- Curador del cliente. Ser un enlace entre la firma y el cliente, de tal manera que, más allá del trabajo específico, haya una persona que a segundo nivel mantenga la relación con el cliente, gestione sus quejas y deseos, coordine las diferentes áreas que trabajen para el cliente. Y por supuesto, no sólo un cliente, sino un grupo de clientes.
Estas actividades simplemente son algunas citadas a modo de ejemplo, pero si pensamos el futuro que nos llega, si repensamos la vida de las personas y su carrera profesional, veremos con claridad que hay una especia de segunda juventud, una nueva esperanza que al contrario que el título de Gil de Biedma, nos promete que volveremos a ser jóvenes. Quizás, así, cuando entremos en la etapa dorada de nuestra vida, diremos aquello de venimos a llevarnos la vida por delante.
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