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19/02/2008 06:26:00 Ministerio de Sanidad SALUD 5 minutos

El Ministerio de Sanidad y Consumo publica el segundo informe sobre Salud y Género

La salud en las edades centrales de la vida ha sido el enfoque elegido para el informe elaborado por el Observatorio de Salud de la Mujer. El estudio responde al compromiso asumido por el Gobierno para fomentar la investigación que ayude a reducir las desigualdades de género en el ámbito sanitario.

El 24% de la población española (10,82 millones de personas) tiene entre 45 y 65 años, una franja de edad que corresponde con el ciclo vital de la madurez. El aumento de la esperanza de vida de la población, el descenso en la natalidad y el retraso en la edad de emancipación de la juventud, provocan que gran parte del peso de la sociedad recaiga ahora sobre las personas maduras, tanto en el terreno productivo como reproductivo.

Sin embargo, el informe prueba que este peso se distribuye de manera desigual en mujeres y hombres, lo que tiene importantes consecuencias para su salud. El estudio obtiene estas conclusiones a partir de datos procedentes del Instituto Nacional de Estadística, la Encuesta Nacional de Salud y diversos artículos publicados en revistas científicas.

Mientras que en los hombres los roles asignados apenas han variado con el paso del tiempo, la incorporación de la mujer al mercado laboral no ha supuesto para ellas un alivio de las tareas domésticas, con lo que se enfrenta a jornadas laborales dobles o, incluso, triples. Casi el 100% de las mujeres de entre 45 y 65 años dedica casi seis horas diarias a las actividades relacionadas con el cuidado del hogar, pero sólo el 71% de sus contemporáneos lo hace, y su dedicación no alcanza las 2 horas y media por jornada.

Sobrecarga de funciones con efectos perjudiciales

Por otro lado, el 40% del total de las mujeres se ha incorporado al mercado laboral y, además, el 84% de las personas cuidadoras son igualmente mujeres, cuya media de edad son los 52,9 años. Estos roles de ama de casa, cuidadora de las personas dependientes y trabajadora remunerada suponen una sobrecarga de funciones que tiene efectos perjudiciales en la salud de las mujeres.

Los condicionantes socioeconómicos son otros factores que influyen de manera clara en la salud de las personas. Cuanto menores son, el nivel adquisitivo, el nivel de estudios y el reconocimiento sociolaboral provocan una peor concepción de la propia salud. Estos condicionantes están claramente distribuidos en función del género:

  • Las mujeres cobran de media un 17,3% menos de salario que los hombres,
  • el 67,3% de las mujeres entre 50 y 64 años es ama de casa
  • y el 74,2% de aquellas cuya edad se sitúa entre los 45 y 65 años tiene un nivel educativo igual o menor que el bachiller elemental.

La sobrecarga de trabajo y la falta de tiempo libre, empleos repetitivos y de escaso reconocimiento social, junto con situaciones de dependencia económica van mermando la salud de las mujeres, sobre todo aquellas de las clases sociales más bajas y que sólo han trabajado en el ámbito doméstico. Este grupo de personas es el más vulnerable ante la enfermedad.

Las mujeres viven, de media, 6,6 años más que los hombres. Esta diferencia de género se explica por conductas tradicionalmente asociadas a los hombres en los que demostrar la fortaleza supone adoptar conductas de riesgo como el abuso de tabaco, alcohol y drogas ilegales, así como la conducción temeraria. Por otro lado, los hombres muestran más reticencia a acudir a las consultas médicas, por lo que la atención sanitaria se realiza muchas veces cuando la enfermedad muestra un estado avanzado.

En consonancia con la esperanza de vida, las tasas de mortalidad del segmento comprendido entre los 45 y 65 años indican que los casos de muertes prematuras son significativamente más altos entre los hombres. La primera cusa de muerte en personas maduras son los tumores (principalmente de mama en mujeres y de pulmón en hombres) y las enfermedades del sistema circulatorio. Entre los hombres destaca, además, la muerte por enfermedades del sistema respiratorio, la cirrosis y otras enfermedades del hígado, condicionadas todas ellas por el consumo de tabaco y alcohol de mayor incidencia en los hombres por factores de género.

Entre el doble y el triple de problemas crónicos

A pesar de que las mujeres son más longevas, manifiestan peor salud que los hombres. En cuanto a la salud percibida, las mujeres maduras se sienten peor que los hombres, aumentando el malestar a menor nivel de estudios y trabajo menos cualificado.

Los dolores que más sufren las mujeres entre los 45 y 65 años son, sobre todo, músculo-esqueléticos (46%), seguidos de dolores de cabeza, varices y problemas psíquicos. Si bien el orden de las quejas crónicas se presenta de manera similar en ambos sexos, la frecuencia en las mujeres es prácticamente del doble al triple en todas las categorías principales (artrosis y problemas reumáticos, mala circulación, jaquecas, migrañas, dolores de cabeza y depresión). Además, los síntomas somáticos sin causa orgánica y de estados depresivos y ansiedad también doblan en frecuencia a los de los hombres. Entre el 73% y el 80% de los pacientes con estos cuadros, junto con los dolores músculo-esqueléticos, son mujeres.

Todos estos padecimientos, para los que no se cuenta aún con recursos terapéuticos, pueden ser considerados como manifestaciones contemporáneas del malestar biopsicosocial de las mujeres.

Las mujeres superan a los hombres en consumo de psicofármacos: son el 75% de los consumidores totales de somníferos o tranquilizantes. Ante situaciones inespecíficas expresadas por las mujeres (donde no existe una patología clara), médicos y médicas tienden a prescribir psicofármacos. Muchos autores están apuntando a que las mujeres están somatizando en sus cuerpos las desigualdades genéricas de sus condiciones de existencia. Efectivamente, la Organización Mundial de la Salud ha alertado sobre el riesgo de utilizar psicofármacos para intentar resolver problemas sociales.

Por otro lado, la excesiva medicalización de las mujeres no sólo se da en cuanto a la receta y consumo de psicofármacos, sino a los tratamientos farmacológicos en el proceso del ciclo vital femenino. Dado el enfoque reproductivista sobre la vida y la salud de las mujeres, el momento del climaterio ha tendido a ser representado como enfermedad (síndrome menopaúsico) y, por ende, ha sido excesivamente medicalizado.

La idealización de la juventud como modelo de belleza y de salud ha producido unos estereotipos discriminatorios que han conducido a la percepción del paso de los años como deterioro y pérdida. Muchos de los malestares adjudicados a la menopausia se deben, en realidad, a sus condicionantes sociales y de género.

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