"El derecho a ser cuidados debería convertirse en un derecho social, como lo son el derecho a la educación, a la protección de la salud, al trabajo y a la vivienda, ya que se trata de una necesidad básica". Así lo aseguró Victoria Camps, Catedrática emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona, durante el último encuentro celebrado por Jubilare, la comisión del Colegio de Registradores de España dedicada a combatir el edadismo desde la crítica constructiva. El evento, que llevó por nombre "Los derechos y deberes de los cuidadores", se celebró el pasado 14 de febrero en Madrid –también pudo seguirse de forma virtual en Teams– en la sede del Colegio de Registradores (grabación íntegra en este enlace). Contó con las ponencias de Dolors Comas, Catedrática de Antropología, Ana Marrades, Doctora en Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia y Javier Yanguas, Gerontólogo y Doctor en Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. El encuentro fue introducido por Alfonso Candau, registrador de la propiedad, y moderado por Victoria Camps, quien también aportó sus reflexiones antes de abrir la mesa de ponencias.
Camps instó a corregir la disparidad que existe en el cuidado, debido a que es una labor que desempeñan sobre todo las mujeres. Asimismo, subrayó que, si bien el cuidado es algo prioritariamente privado, ya que «nadie puede desatender a las personas que tiene cerca», este debería ser también un deber público. "Hay que pensar en los gobiernos, en las administraciones y también en las corporaciones. En la sociedad en general", afirmó, para exponer cuatro reflexiones.
En la primera destacó que el derecho a cuidar responde no solo a la necesidad de ocuparse de los vulnerables, de los frágiles, de los dependientes o de las personas discapacitadas, sino que lo hace también a una tendencia natural o innata de las personas para hacerse cargo de sus semejantes cuando lo necesitan. "Muchas veces confluye el vivir muchos años con una dependencia, con un deterioro físico o mental cada vez mayor que necesita de una ayuda que no se puede limitar a la ayuda estrictamente familiar y cercana. Tiene que implicarse más gente", dijo la Catedrática emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Camps destacó también la asimetría que existe entre la persona cuidada y la cuidadora. "Puede producir un conflicto de derechos entre la persona que cuida y la persona cuidada. Se puede llegar a excesos de dominación por parte de la persona que cuida, ya que tiene una cierta superioridad con respecto a la persona cuidada", aseguró, para destacar que esa dominación se puede expresar de una forma excesivamente paternalista, infantilizadora, y puede "desubjetivizar" a la persona cuidada y "convertirla en algo que elimina su dignidad".
Por otro lado, apeló a un reconocimiento social y laboral de las personas que cuidan, ya que, en ocasiones, el hecho de aparcar la carrera laboral para dedicarse al cuidado de un familiar, más que sumar supone todo lo contrario. "No pienso solo en que habría que darle más horas para flexibilizar más su trabajo, sino también en que suponga un reconocimiento como parte de la trayectoria y del perfil de una persona, para que de cara a un empleador pueda ser interesante", aseguró. Como ejemplo, Camps se remontó a la pandemia, cuando cuidar se mostró al mundo como un trabajo esencial. Sin embargo, subrayó, "la retribución económica está en el nivel más bajo". Además de este reconocimiento social y económico, la moderadora instó a que se imparta una formación del cuidado, ya que hoy es "muy elemental".
Por último, destacó que el cuidado debería ser una actitud. "El haber introducido el valor del cuidado en nuestras vidas debería llevar un cambio de paradigma donde tuviéramos más en cuenta que todos somos interdependientes. Todos dependemos unos de otros y por lo tanto debemos ayudarnos mutuamente", concluyó.
"Un sector infrafinanciado e infravalorado"
Dolors Comas, Antropóloga, abordó durante su exposición la situación en la que se encuentran las personas que cuidan. Comas destacó el "elevado valor social y económico" que tienen los denominados cuidados informales, es decir, el que se lleva a cabo en las familias sin contar con una remuneración. "Se ha calculado que en Europa representan un 2,5% del producto interior bruto, bastante más de lo que los estados aportan para esta cuestión, que es un promedio de un 1,7%", aseguró la ponente. Además, añadió que, si se liberara solo un 10% de la carga de cuidados en las familias, "se crearían 2.800.000 puestos de trabajo".
Durante su intervención, la antropóloga expuso que las cuidadoras familiares que se dedican con más intensidad al cuidado tienen entre 50 y 70 años, y son personas que han visto a sus madres cuidar de sus abuelas y abuelos y que de alguna forma «hay un poso que refuerza esa dimensión moral». Por otro lado, también alertó de que "cuidar empobrece", ya que impide hacer otras cosas y que muchas mujeres tienen un trabajo a tiempo parcial "no por gusto, sino por necesidad".
"Hay mujeres que abandonan el trabajo porque no tienen otro remedio y esto ocurre sobre todo en los estratos sociales más pobres, más vulnerables. Son las que no pueden pagar para que otra persona pueda atender a quien lo necesita mientras que ellas están trabajando. La brecha de cuidados repercute en la brecha salarial, en la brecha de género y en las pensiones. Por eso las mujeres mayores tienen pensiones más reducidas que los hombres", subrayó. El aislamiento de la persona cuidadora también fue otro de los puntos abordados. Y es que la cuidadora va perdiendo el ámbito relacional que se cultiva cuando, por ejemplo, se tiene una charla en un café o se va al cine. Un espacio que a menudo es ocupado para cuidar.
Comas habló de un sector "infrafinanciado e infravalorado". No solo en España, sino también en toda Europa. Los contratos a tiempo parcial, los salarios bajos y el carácter rotativo suelen ser la tónica habitual, llegando a situaciones en las que no se llega a fin de mes. "La gente se marcha a otros sectores porque se paga mal. Si se puede tener un puesto en el sector sanitario, la gente se va. Yo no entiendo por qué una auxiliar de enfermería o una enfermera han de cobrar un 30% menos si trabajan en una residencia que si trabajan en un hospital. No damos valor al cuidado social, aunque sí lo damos al cuidado sanitario", afirmó.
Por último, la ponente señaló que en la estrategia europea de los cuidados tendrían que existir más incentivos laborales porque "encasillar a la gente con salarios bajos y no tener incentivos en la carrera profesional hace que la profesión no sea atractiva, ni para mujeres ni para hombres".
Cuidar limita los derechos de las mujeres
Ana Marrades, Doctora en Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia, centró su intervención en el cuidado desde el punto de vista del Derecho. En primer lugar, expuso que hay algunas áreas como la economía o la pedagogía que sí han trabajado los cuidados, algo que se echa en falta en el campo del Derecho, en el que no se han abordado los derechos del cuidado. En su ponencia expuso que para fundamentar un derecho se deben buscar los motivos, las necesidades y las razones que respaldan el reconocimiento jurídico de ese deber moral. Marrades se centró en tres motivos principales.
El primero de ellos es que se trata de una necesidad humana básica. El segundo es que el cuidado ha sido ejercido desde siempre por mujeres, una realidad que "ha ido en detrimento de sus derechos". "La asignación de la carga del cuidado, que es un derecho, un deber, una responsabilidad, las ha situado a ellas en una posición de subordiscriminación. Subordinada y discriminada al mismo tiempo", aseguró Marrades, para afirmar que "el cuidado se debe corresponsabilizar". En tercer lugar, subrayó que el colectivo de las personas cuidadoras, integrado mayoritariamente por mujeres, se convierte en esencial, y al convertirse en esencial requiere un marco normativo que las proteja. "Las trabajadoras del cuidado no pueden seguir trabajando en situación precaria. Por lo tanto, esto nos conduce a una necesidad muy visible a la hora de reivindicar este derecho", afirmó.
Sería un derecho de naturaleza multidimensional o multifacética con dos caras bien visibles. Por un lado, el derecho a recibir cuidados, es decir, cuando tenemos la necesidad de que nos atiendan en una situación de vulnerabilidad. Por el otro, el derecho a cuidar como elección libre. La ponente explicó las diferencias entre los dos sujetos de los derechos: los beneficiarios y los obligados.
Asimismo, distinguió el perfil de las personas que cuidan. Mujeres en la familia con trabajo no remunerado; mujeres de la familia con trabajo de cuidados parcialmente remunerado; y mujeres profesionales del cuidado en atención domiciliaria o en centros. Y destacó el sesgo de género en las personas cuidadoras. A su vez, también son las mujeres quienes más horas dedican a las tareas domésticas o a ayudar con la educación de los hijos. En cuanto a la inactividad laboral por motivos de cuidados, citando datos EPA del último trimestre de 2023, se pueden observar enormes diferencias. Hasta 64.000 mujeres dejaron su trabajo para cuidar a niños o personas mayores frente a 5.600 hombres. "En cuanto al motivo de no buscar empleo, también hay un número muchísimo mayor de mujeres que no están buscando empleo porque están cuidando", subrayó.
La Doctora en Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia aseguró, refiriéndose a las personas cuidadoras, que la consecuencia de esta realidad es que "afecta a la limitación de sus derechos". En definitiva, expuso, se trata de una afectación al libre desarrollo de su personalidad. En su artículo 10, la Constitución española se refiere a que: la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social.
"El ejercicio del derecho a cuidar limita, recorta o ha venido haciéndolo durante toda la historia de nuestras vidas el ejercicio de esos derechos y de esas otras facetas de la personalidad. Consideramos que en un estado social y democrático de derecho eso no es viable, no es sostenible, porque eso también afecta a la igualdad y si afecta a la igualdad afecta al sistema democrático", concluyó Marrades.
La ponente también profundizó en la ley de promoción de la autonomía personal y atención a personas en situación de dependencia. Una ley que ya ampara la posibilidad de remuneración de aquellas personas de la familia que se dediquen a cuidar a sus seres queridos en unas determinadas circunstancias. "Sin embargo, no es tan habitual que este derecho se ejerza por parte de madres o padres que quieran dedicarse al cuidado de los menores porque, afortunadamente, tenemos ahora muchísimos más recursos para la infancia", aseguró.
Además, se refirió a dos regímenes diferenciados: el régimen especial de empleadas de hogar y el régimen general de la seguridad social con un convenio específico para las trabajadoras del servicio de atención domiciliaria. "Ahí se produce a veces una confusión que da lugar a posibles situaciones de abuso e incluso de explotación. Se producen casos en los que las trabajadoras domésticas también son aprovechadas para labores de cuidados", matizó. Para concluir, se hizo eco de la reivindicación de las profesionales del cuidado que denuncian estar "muy desamparadas" frente a los riesgos laborales. "Por ejemplo, la Ley 31/1995 de prevención de riesgos laborales habla de centro de trabajo. Ellas reivindican que se hable de un lugar de trabajo, no un centro, porque ellas trabajan en un domicilio", concluyó.
Distancia intergeneracional
En último lugar habló Javier Yanguas, Gerontólogo y Doctor en Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, quien abordó durante su intervención cómo han cambiado las relaciones entre generaciones y cómo ello puede afectar en los cuidados. Según el gerontólogo, vivimos en una era en la que "nos alejamos de la vulnerabilidad y por lo tanto de los cuidados". "Creo que se dan relaciones cada vez más funcionales. Relaciones cada vez más basadas en el costo-beneficio. Una especie de amistad sin empatía. Por ejemplo, creo que falta compromiso, generosidad, mutualidad, reciprocidad y altruismo", expuso Yanguas, para afirmar que las relaciones del cuidado también poseen unos valores que "se están perdiendo".
Por un lado, destacó que la juventud está muy lejana al cuidado –aunque matizó que hay gente con posiciones diferentes–. Una lejanía a los cuidados que crece por las limitaciones a las que se enfrentan los jóvenes, como por ejemplo su independencia, la compra de un piso, un sueldo precario. "Hay una juventud que está lejana de su proyecto de vida, pues no lo va a poder desarrollar. Está posponiendo momentos vitales muy importantes como el matrimonio, la independencia personal, tener hijos, etcétera. Y se sienten desapegados y culpabilizan a los adultos y a los otros de no alcanzar una vida que según dicen se les prometió o les prometimos", aseguró Yanguas.
Por otro lado, destacó que, en una franja de los mayores más jóvenes, cunde la idea de la vejez como una "vida resort de Punta Cana" cuando llega la jubilación. "Nos jubilamos de la actividad laboral y parece que nos jubilamos de la vida. Una mitad en la que me toca disfrutar porque he trabajado mucho y este es el momento del Descanso del Guerrero. Tienen una mirada más eudaimónica del bienestar, es decir, creen que el bienestar es el disfrute, mucha satisfacción, una vida de mucha emoción positiva y poca emoción negativa. Se pierde esa mirada más eudaimónica en la que el bienestar podría estar relacionado con tener un propósito en la vida. Una vida con sentido, relacionada con incidir en la vida de los demás", expuso.
En su ponencia tampoco faltó el concepto de empatía. Resaltó cómo algunos mayores jóvenes tienen dificultad para entender o empatizar con aquella juventud que ven y sienten cómo el ascensor social se ha parado y empieza a descender. Aquellos jóvenes que vivirán peor que sus padres.
"Tenemos un problema intergeneracional. A no ser que incorporemos personas de fuera para que nos cuiden… Y entonces ya no entraríamos en un cuidado de la mujer, sino pasaríamos, como dice un amigo mío, al cuidado colonial. Traeremos de las colonias a personas que van a hacer lo que nosotros no queremos hacer. Ese desenganche entre esas generaciones a mí me da mucho miedo", aseguró el Gerontólogo y Doctor en Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid.
Asimismo, se refirió a datos de la OCDE que cifran el aumento de la riqueza en la franja de mayores en un 7, 10 o 12% según el país de la Unión Europea, mientras que en los jóvenes la pobreza ha aumentado en un 15%. "O lo solucionamos o todo esto del cuidado va a sufrir un deterioro enorme en los próximos tiempos. Si tenemos una juventud que esperamos que nos cuide cuando nosotros seamos mayores y no estamos intentando atender o empatizar con lo que les sucede, ampliaremos esa distancia generacional", advirtió.
Por último, se abrió un turno de preguntas en las que los ponentes pudieron reflexionar acerca de los temas tratados. Javier Yanguas instó a intentar revertir la sociedad de individuos, en la que prima la individualidad y se han perdido las acciones comunes, para volver a retejer unas relaciones que estén basadas más en el compromiso. Por otro lado, Dolors Comas destacó que estas relaciones intergeneracionales han cambiado, entre otras cosas, porque ha cambiado también la longevidad. "La mayor parte de los mayores no pasaban los 70 años y el cuidar en el hogar y el compromiso era más fácil. Además, los mayores daban enseguida a sus hijos los medios para emanciparse. Ahora las personas mayores hemos de guardar para nosotros también", expuso, para reivindicar que la responsabilidad, además de familiar, debe ser política y social. Marrades también se refirió antes de dar por concluido el evento al derecho a cuidar enunciado de forma positiva para que "cuando lo ejerzas, no menoscabe el ejercicio del resto de derechos".
Puedes acceder a la grabación íntegra del webinar en este enlace.